«Miss O’ginia», reseña de Fernando Endara

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Miss O´ginia es el segundo libro del escritor quiteño Fernando Escobar Páez, publicado en Ecuador en 2011 y editado también en España, Chile y Argentina. Microrelatos que desnudan los más bajos apetitos componen esta obra aplaudida por la crítica en el extranjero, y polemizada hasta el extremo por grupos conservadores en un país como Ecuador, en donde lo novedoso y lo “políticamente correcto” seduce y confunde a las personas ansiosas de notoriedad pública: no dejarán escapar esta oportunidad para señalar con el dedo, juzgar, satanizar, en fin. Se dice que estos relatos son vulgares, machistas y violentos; en efecto lo son, y responden al imaginario del ecuatoriano promedio: “una máquina programa para eyacular y lo demás son cuentos”.

Aquí están esos cuentos, textos de personajes derrotados; pero que cobran venganza. Pequeñas reflexiones de sabiduría popular (de una parte, del vulgo machista) con tintes científicos, prehistóricos y mitológicos, que tienen como argumento central el deseo sexual o la cópula enfermiza, prohibida y pestilente alojada en la zona más turbia y por ello, más libre del cerebro. Finales crueles, sardónicos e inesperados que causan carcajadas o arcadas, tú eliges: libro no apto para débiles mentales.

El “Patán ilustrado”, con biela en mano y “Nariz en off-side”, nos entrega una obra que vitaliza la narrativa actual con toques humorísticos y fogosos, distintos y opuestos a las más sanas tradiciones literarias del país. Un índice de cuentos que parece catálogo de sitio web porno gore-bizarro protagonizado por seres que casi son un bestiario de sapos, víboras y cocodrilos: seres humillados, vencidos, consumidores y despechados. Su lenguaje crudo es del barrio, la boca que dice puta y verga con desparpajo, que le tiene sin cuidado lo educado o lo cortés. Aquí el léxico soez se usa con soltura en medio de las reflexiones, de las recreaciones dionisiacas y las reuniones del Sanedrín, como quien está acostumbrado a putear cuando la biblioteca pide silencio. Entre estos dos mundos se mueven los relatos: la calle y lo culto.

Ágil prosa y a veces poesía en prosa que deja en claro la paradoja de la especie: sexo no es igual a satisfacción. La literatura refleja aquella parte del pensamiento o del discurso que fue y es vetada de los grandes medios, aplastada por los corrientes de pensamiento imperante. En su momento, autores y obras fueron censurados por atentar a la moral pública, confrontar el orden establecido u oponerse ideológicamente a los proyectos futuros. Este es el caso de Miss O´ginia, compuesto por visiones del ecuatoriano que fueron excluidas de lo público, barridas por la poderosa escoba del “librepensamiento” y el “progresismo”, discursos patriarcales, sexuales y aberrantes que se oponen abiertamente a las ideas del “feminismo militante”; pero que siguen vigentes en la esfera de lo privado, lo íntimo y lo artístico.

Concibo que se puede apreciar esta obra en su conjunto, con su humor negro, lascivia y personajes perturbadores que adoptan diversas voces eruditas o del hombre de a pie, para burlarse de los lectores, destruir los egos, jugar con groserías y patanadas y ser disidente de todo lo que se escribe en el país; sin polemizar o satanizar un discurso literario que no se ajusta a los cánones ideológicos políticamente correctos y en boga. Y que busca (eso creo) una expresión artística que ironiza las exageraciones de una sociedad urbana postmoderna con humanos de plástico que por “querer ser más que humanos, terminan siendo menos que humanos”.

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